El proyecto del artista italiano Andrea Galvani ha resultado ganador del VII Premio Audemars Piguet a la producción de una obra de arte en ARCOmadrid 2019. Su proyecto, presentado por la galería peruana Revolver, será expuesto en el espacio de Audemars Piguet en la Feria, durante su celebración del 27 de febrero al 3 de marzo.

Imagen cortesía de ARCOmadrid 2019

El jurado, compuesto por Javier Molins, crítico de arte; Lucía Casani, directora de La Casa Encendida; Pilar Lladó, coleccionista; Eduardo Rivero, coleccionista; Enric Pastor, director de AD; Eloy Martínez de la Pera, asesor de arte en Audemars Piguet Iberia; Winka Angelrath, directora de exposiciones en Audemars Piguet; Brian Lavio, director general de Audemars Piguet, y Carlos Urroz, director de ARCOmadrid, ha destacado lo adecuado de su propuesta al espíritu de la marca basado en “Complejidad y precisión”. La base científica del premio se combina con la potente experiencia visual y conceptual de la obra de Galvani a la cual se une una performance que activará el espacio entero de la instalación en determinados horarios de la feria.

Este premio valorado en 15.000 euros, permite al artista veronés, nacido en 1973, que vive y trabaja en Nueva York y Ciudad de México, la producción de su proyecto site-specific.

Desarrollado en colaboración con físicos y matemáticos de la UNAM, la NASA y el Imperial College of London, el proyecto indaga dentro de las fronteras de lo desconocido, codificándose como un homenaje a la temporalidad de las teorías, y a los intentos de transformar lo incierto en absoluto. El título de la instalación, Instruments for Inquiring into the Wind and the Shaking Earth es la traducción al inglés de 候风地动仪(Houfeng Didong Yi), el término con el que se denominó el primer sismógrafo, inventado por el erudito y visionario matemático Zhang Heng (73-139 dC). De acuerdo con antiguos archivos chinos, en el año 138, este dispositivo detectó un terremoto a 600 kilómetros de distancia. Esta obra alude tanto al poder como al fracaso del conocimiento humano, es una proclamación de nuestro deseo de comprender, de codificar lo que es abstracto, y de imponer orden y precisión a un mundo impredecible y complejo.

La instalación es un paisaje incandescente, un campo visual unificado concebido como un entorno experimental, o un acto de descubrimiento. Como una nube luminosa, constelaciones de cálculos y fórmulas escritas en neón blanco son suspendidos en lo alto, ocupando la zona de transición del espacio arquitectónico. Se trata de cálculos matemáticos que describen con precisión la simetría de las leyes de la física: desde el movimiento ondulante de las olas, hasta la naturaleza del tiempo; desde la generación de una tormenta eléctrica, hasta la previsión de las mareas del océano; el ritmo al cual el cosmos se expande, y la posibilidad de que exista vida en otros planetas.